La cultura de la diversidad es un compromiso ideológico y ético.
La educación para la diversidad es un compromiso de vida.
Las sociedades transnacionales, los estados, las clases sociales y los individuos están implicados de forma directa en la globalización, pero en todos ellos aparecen razones para defender la diversidad. Puede ser creando economías estables con desarrollo sostenido, formando a las mayorías en el conocimiento y aceptación de las minorías, estimulando la creatividad y resistencia en el trabajo, capacitando en el manejo crítico de los medios y aprendiendo a desaprender ideas que conforman prejuicios y destruyen la diversidad.
En relación con la familia
La participación de la familia para lograr debe inculcar y potenciar en sus hijos la formación para la tolerancia en una escuela común y diversa.
La participación de la familia en la búsqueda de soluciones de convivencia dentro de la institución escolar es indispensable para lograr una escuela democrática.
La familia ocupa un lugar relevante para la creación de un ambiente facil de una integración social y educativa.
En relación con las instituciones
Hay que conservar las diversas culturas por encima de la globalización y homogeneización de normas y costumbres.
Para trabajar en la diversidad hay que potenciar la interculturalidad, la interdisciplinariedad y la intersocialidad.
Hay que promover el cambio de paradigmas en relación con el individuo.
Es necesario romper el paradigma de la minusvalía por el cual las personas excepcionales son enfermos, retrasados, subnormales, discapacitados o deficientes para pasar a un paradigma competencial, por lo que se debería subsanar la existencia de un pensamiento que domina la cultura, la sociedad y hasta los derechos humanos.
La Administración debe reconsiderar la situación de intervención educativa sobre todos los alumnos, potenciando la formación continua del profesorado, los sistemas flexibles y los refuerzos de aula.
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